
Hay una gastronomía fuera de los circuitos de la alta cocina y a años luz de las estrellas Michelin. Una gastronomía que recordamos con olores rancios y sabores añejos y que al menos una vez al año visita nuestros pueblos y ciudades en los puestos de la feria.
Olores y sabores a turrón, algodón de azúcar, manzanas y martillos de caramelo, coco, chufas, altramuces o chochos regados por un hilillo de agua, chocolate con churros, 1/2 pollo asado con patatas y pimientos, chato de Cariñena en una simpática caseta con unos muñecos vestidos de maños…
Eché de menos, en la feria de San Fernando de Cáceres, el puesto con las orzas de barro repletas de berenjenas de Almagro embuchadas de pimiento rojo, guindilla… y fijadas con un palito de hinojo. Al comerlas te ponías perdido, del jugo que soltaban, y después de limpiarte echabas un trago de vino de una bota que tenían colgada.

Hacía tiempo que no iba a una feria. La otra noche muchos recuerdos acudieron a mi memoria. Mi abuelo fue feriante, tenía una tómbola y mi padre de joven lo ayudaba al micrófono ya que tenía una bonita voz. Quizás, esos recuerdos me han motivado a escribir sobre una gastronomía que yo denomino gastronomía de a pie.
Esta entrada fue publicada el 5 de junio de 2008 en nuestro blog Gastronomía con los cinco sentidos.
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