
Con el número tres, el Fanzine Gastronómico enCrudo cumplía un año; un año de creatividad, trabajo y pasión de sus creadores: Yanet Acosta y Jacobo Gavira. Después de cuatro números (0-3) se celebró el primer EnCruentro el pasado domingo 13 de mayo, al que asistimos amigos y colaboradores. Un fiestón gastronómico canalla, donde cada uno aportó platos elaborados en casa o preparados directamente en el txoko. Llevé una elaboración de toro en escabeche a la extremeña, un pescado (tiburón) muy popular en Cáceres y un bizcocho de mandarina y ron.
En el anterior número de enCrudo tuve el honor de colaborar con este relato sobre las aventuras y desventuras de Eustaquio el marmitón, que espero os guste.
Relato “Eustaquio el marmitón”
Eustaquio es un hombre de mediana edad, tirando a bajo, con un prominente barrigón, las canas ya empiezan a teñir de blanco su azotea y con unos grandes bigotes que cada mañana peina y atusa para darles forma. Como cada mañana se dirige al trabajo con una bolsa bajo el brazo, después de cuarenta años sigue siendo marmitón.
En los vestuarios, empieza el ritual de cambiarse, se pone sus pantalones de cuadros blancos y negros, sus zapatos con puntera reforzada. Con parsimonia se abrocha su chaquetilla negra y termina anudándose la bandana en la que hay bordadas las iniciales TeC. De su bolsa saca sus elementos más preciados: el mandil, el cazo con un mango enorme y una tapadera de olla. Se coloca el mandil a modo de capa. En la mano izquierda lleva la tapadera a modo de escudo y con la derecha, sujetando el cazo, hace figuras en el aire. Se mira al espejo, ya está listo.
Eustaquio se transforma en cada servicio en un nuevo héroe: el Tío el Cazo, primo hermano, por parte de madre, del “Tío la Vara” (1).
Su misión: defender la Gastronomía del Cazo y el Cucharón, para que no se pierdan las sopas de ajo, el potaje de vigilia, las judías con chistorra, las lentejas con costillas, la fabada con todo su compango, el cocido montañés… En estos tiempos que corren, donde el fast food y las soplapolleces invade a algunos restauradores y comensales, es necesario que Eustaquio esté alerta.
Desde su base, en un mesón perdido en la Siberia Extremeña, Eustaquio analiza con su ZX Spectrum 64K los menús que le llegan vía satélite y escudriña con recelo, en su viejo monitor, los comportamientos de cocineros, maîtres y clientes.
No cesa en su misión diaria. Que hay un restaurante sin experiencia que oferta una espuma de lentejas con aire de chorizo, allí se presenta Eustaquio y se lía a cazazos con el chef, para que aprenda primero a elaborar unas lentejas como dios manda.
Que unos padres piden en un restaurante, a un niño malcriado, pasta y hamburguesas todo ello bañado con una salsa roja de baja calidad, para que se calle y les deje tranquilos; raudo y veloz acude y les da una somanta de cazazos para que otra vez al niño le enseñen a comer una sopa de fideos y unos filetes rusos en salsa como los que preparaba la abuela ¡Por favor! hasta donde vamos a llegar con la educación gastronómica de nuestros hijos.
Siempre acude a la llamada de los hosteleros sensatos, no permitiendo que un cliente pida unas alubias de Tolosa con todos sus sacramentos, pan de hogaza para mojar y para beber una bebida refrescante a base de te ¡Que aberración! Cazazos y más cazazos, ¡Que aprenda a tomar un tintorro de la tierra!
Menos mal que la Gastronomía de la Cuchara y el Cucharón está a salvo con Eustaquio, el héroe del siglo XXI. Cuando acaba su misión, vuelve al mesón, donde una montaña de ollas y marmitas le espera.
¡Por el poder del cazo!
(1) Personaje del programa de TVE “La hora de José Mota”
Relato publicado en el número dos del Fanzine Gastronómico enCrudo.
Esta entrada fue publicada el 16 de mayo de 2012 en nuestro blog Gastronomía con los cinco sentidos.
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