Restaurante Casa Marcelo

Al principio de Rua Hortas, muy cerca de la Plaza del Obradoiro, y detrás de una puerta que pasa desapercibida a los ojos de cualquier transeúnte, se esconde una de las mejores cocinas de la gastronomía gallega: Casa Marcelo, con Marcelo Tejedor al frente como un director de orquesta.

Marcelo Tejedor (Vigo, 1967) es el chef y propietario de Casa Marcelo (Santiago de Compostela), restaurante galardonado con una estrella Michelín. Actualmente se encuentra en la cumbre de la cocina de vanguardia gallega. Se ha formado junto a grandes de la cocina nacional como Juan Mari Arzak y francesa: Jacques Maximin y Alain Ducasse.

Marcelo acude cada mañana a comprar los productos que formarán parte de su menú degustación, única formula ya que no tiene carta. En la sala, restaurada recientemente, y junto a las mesas, se encuentra la cocina, una cocina abierta donde se trabaja a vista del público, al igual que en un escenario.

Marcelo es uno de los impulsores del movimiento de vanguardia culinaria que formó el Grupo NOVE.

El pasado 25 de julio pudimos disfrutar su magnífica cocina, un menú degustación (60 €) que saboreamos con los cinco sentidos. Marcelo, una persona muy tratable, estuvo en todo momento pendiente de todos los comensales, al igual que el servicio de sala que estuvo impecable y con un trato afable y desbordando simpatía.

Evidentemente la única carta que nos pusieron fue la de vinos, cosa que tuvo que explicar el propio Marcelo a unos comensales cercanos algo despistados cuando no les pusieron la carta tradicional. Para beber, nos decidimos por un blanco Guitián Godello Barrica (Bodegas La Tapada) con D.O. Valdeorras, no si antes preguntar a Marcelo que tal iba con el menú que nos tenía preparado. Para mi gusto estuvo muy bien y armonizó con todos los platos.

En general la comida fue excelente, nos sorprendía a cada plato y la cocción estaba en su punto, productos ligeramente poco hechos para poder apreciar su textura y sabor:

Empezamos con un anchoiade, un exquisito alioli de anchoas servido con unas tiras crujientes de harina de maíz que estaban muy buenas.
Después le siguió una fresca ostra Napoleón con una espuma de limón (creo recordar).
Un bonito con tomate, que prácticamente estaba crudo, muy sabroso.
Menestra de verduras frescas, crujientes, con todo su sabor a verde. Había algunas variedades de vaina que no había probado nunca.
Le siguió un caldo caliente de maíz, en el que se había terminado de cocinar una cola de cigala (en su punto).
A continuación, el que según dicen es uno de sus platos más espectaculares, merluza de Celeiro con caldo de pimiento verde y pil-pil de limón. Realmente sabroso y se quedan cortos con lo de espectacular.
Una ensalada de pichón asado fue el último plato. Después de unos sabores tan sutiles, este plato contrastó demasiado, en un principio, por su fuerte sabor característico. Cuando se templo mejoró bastante.
De postres nos pusieron una vanguardista piña colada que estaba exquisita y un ligero y delicioso milhojas.
Las infusiones que tomamos eran de hierbas naturales y creo recordar que nos pusieron unas trufas de chocolate, en un trozo de pizarra, para acompañar.
El pan con el que acompañamos la cena estaba amasado y cocido en el restaurante con harinas del país.