Hay sabores que traen a nuestro paladar recuerdos de antaño, y éste que os presento hoy, es uno de ellos. Tan fácil como colocar un mejillón en escabeche de lata encima de una patata frita de bolsa. Para saborearlo, nada de cucharas degustación, simplemente del plato a la boca con los dedos. Evidentemente nada tiene que ver con los moules–frites belgas, simplemente son sabores diferentes.

Me trae recuerdos a bares, tabernas y bodegas de las zonas de Lavapiés, Tirso de Molina y Latina del antiguo Madrid. Lugares con humo donde los parroquianos discuten a diario sobre fútbol o política y miran embobados la foto de una mujer bonita en un calendario. Donde los domingos, el limpiabotas y el oficinista comparten este aperitivo junto a un vermú de grifo, las mujeres, saboreando un corto, enseñan sus modelitos comprados en los Almacenes Progreso y donde los niños toman un vasito de quina Santa Catalina, que como decía el eslogan: “… que es medicina y es golosina“.

Esta entrada fue publicada el 15 de enero de 2008 en nuestro blog Gastronomía con los cinco sentidos.